Muchas personas idealizan su felicidad con la obtención del algún objetivo. Por ejemplo, conseguir el trabajo ideal, comprar algún bien material deseado y cosas similares.
Es cierto que conseguir alguna de esas metas hará que nos sintamos muy bien y nos reportará felicidad. Sin embargo, por lo general, una vez que conseguimos ese objetivo y pasa un tiempo la ilusión inicial se esfuma y la felicidad que al principio nos reportaba ya no es igual e incluso se desvanece.
No solo el factor tiempo influye, también lo hace la edad y la madurez, pues todos vamos cambiando de gustos e ilusiones a medida que pasa el tiempo y desarrollamos nuestra forma de ser y personalidad.
A continuación, veamos 3 tips que pueden contribuir a que seamos más felices.
- Estar satisfechos con lo que realmente necesitamos
Aunque lógicamente necesitamos dinero para vivir, se ha descubierto que la codicia no tiene límites. Si bien poseer dinero y bienes materiales nos proporcionan cierta satisfacción y bienestar, por lo general, la clave de la felicidad no es conseguir más y más bienes materiales, pues nunca será suficiente.
¿Qué opinan los expertos? Un artículo publicado en Journal of Happiness Studies –una revista que estudia el bienestar humano- señala que “una vez cubiertas las necesidades básicas, un mejor sueldo no equivale a más satisfacción”. Se ha descubierto que cuanto más compramos más queremos, pues nos centramos en aquello que aún no poseemos y en consecuencia es habitual que se descuiden los valores que ya tenemos. También se suelen descuidar otras cosas importantes, como el tiempo que dedicamos a interesarnos por otros y a meditar en los valores humanos.
- Evitar los sentimientos de envidia
La Encyclopedia of Social Psychology indica que “el ser humano tiende a envidiar a quienes considera que están a su mismo nivel, ya sea por la edad, la experiencia, la posición social, etc.”.
Por ejemplo, es más probable que un vendedor envidie a un colega suyo que tiene más ventas que a una estrella de la música o del cine.
La envidia se define como un “sentimiento de tristeza o irritación causado porque alguien posee algo que uno no tiene o desearía”. Es muy peligrosa porque es como una enfermedad maligna que invade a una persona y le va robando la felicidad.
La enciclopedia antes mencionada dice que “es importante reconocer la envidia como lo que es: una forma de agresión. Solo así se explica que haya provocado tantos actos violentos a lo largo de la historia”.
¿Cómo podemos averiguar si estamos siendo víctimas de la envidia? La respuesta a estas preguntas puede ayudarnos: ¿Me alegro por lo que otros consiguen o me desanimo? Si en cambio fracasan, ¿Me alegro o me siento mal? Si hemos respondido “me desanimo” a la primera y “me alegro” a la segunda es probable que la envidia esté creciendo en nuestro interior.
“La envidia puede arruinar la capacidad de la persona para disfrutar de las cosas buenas de la vida —comenta la enciclopedia ya citada— y ahogar el agradecimiento por los muchos dones que poseemos. […] ¿Quién se atrevería a decir que eso produce felicidad?”
Si estamos contentos con lo que tenemos o es realmente necesario, como mencionaba el punto 1, es más probable que no sintamos envidia de los que más tienen. Una vida sencilla, exenta de avidez por lo material, nos hará más felices. Y alegrarnos por lo que otros consiguen también nos hará más felices, pues no nos haremos egocéntricos.
- Interesarnos activamente por los demás
El libro Social Psychology asegura que “las relaciones personales influyen más en nuestro bienestar que el empleo, el salario, la comunidad y hasta la salud”. Es decir, para ser más felices necesitamos socializar, interesarnos en el bienestar de los demás y que otros lo hagan por nosotros.
Por tanto, busquemos cada día, por ejemplo, mientras desayunamos, maneras especificas en las que hacer algo bueno por alguien. Podría ser un familiar, amigo o compañero de trabajo al que hagamos una llamada para interesarnos por él, escribir un mensaje de ánimo o hacer un pequeño regalo, un detalle no necesariamente complicado ni costoso. Otra opción es ponernos el objetivo de sonreír a las personas con las que interactuemos e incluso saludarlas, aunque no las conozcamos, quizás al cruzarnos con ellas en algún espacio común.
Hacer estas pequeñas cosas aumentará la felicidad de cada día porque nos harán sentir bien y nos ayudarán a desechar los sentimientos o pensamientos negativos. Además, veremos que la mayoría de las personas reaccionarán igual y nos devolverán el saludo, la sonrisa o nos manifestarán de alguna manera su aprecio por nuestro pequeño acto de bondad e interés personal.
Y, aunque no fuese así, tu sí serás y te sentirás más feliz. ¿Acaso no vale la pena?