Cada vez hay más incertidumbres y las preocupaciones son más ahora que hace tan solo 10 años. Con tantas interrogantes sobre el futuro, la economía, la salud, el trabajo, etc., algunos no pueden dejar de preocuparse y esto limita sus actividades cotidianas y laborales significativamente. Por ejemplo, los más jóvenes tienen cada vez más problemas de ansiedad como consecuencia de estar excesivamente preocupados por lo que puede pasar y por lo que tienen que hacer.
¿Es siempre malo preocuparse?
No. Por ejemplo, preocuparse por ayudar a las personas que uno tiene a su alrededor, sobre todo a nuestra familia, es conveniente y bueno.
Hay que reconocer que, cuando estamos preocupados, nos sentimos más impulsados a actuar. Por ejemplo, si te preocupa obtener una buena nota en los exámenes, es más probable que no dejes para el último momento prepararte y estudiar. Y si te preocupa conseguir un buen trabajo, es más probable que vayas a una entrevista bien preparado y concentrado.
Así, cierto grado de estrés es bueno. Es bien conocida la relación entre la adrenalina y el estrés. Ante una situación amenazante se produce una respuesta del organismo encaminada a prepararle para la reacción de huida, lucha, miedo, etc. Así cualquier estímulo físico o psicológico provoca una liberación de hormonas, entre ellas la adrenalina que provoca una respuesta fisiológica para sobrevivir (aumento del flujo sanguíneo al corazón, de la frecuencia cardiaca, mayor capacidad respiratoria, liberación de glucosa para aumento de energía, etc.). Es decir, nos prepara para reaccionar de forma rápida y eficaz cuando es necesario.
El punto es este: Preocuparnos puede ayudarnos, siempre y cuando sea con equilibrio y nos impulse a hacer lo que es debido y correcto.
Sin embargo, el problema viene cuando las preocupaciones nos llenan la cabeza de pensamientos negativos. Es fundamental que nos esforcemos cada día por mantener la mente tranquila, pues eso es salud para el organismo. Como es sabido, la ansiedad, fruto de estar preocupado por todo y en todo momento, puede provocarnos dolores de cabeza, mareos, malestar estomacal y taquicardias.
Lo que puedes hacer
1. Haz una pausa y pregúntate si la preocupación que tienes es razonable. Preocuparte por cumplir con tus responsabilidades es una cosa, pero obsesionarte con ellas es otra. La ansiedad es como una mecedora: mantiene la mente ocupada, pero no te lleva a ninguna parte.
El punto es este: Preocuparte vale la pena si te ayuda a encontrar una solución. Si no, solo hará que el problema sea mayor o se convertirá en el problema.
2. Enfréntate a los desafíos día a día, no de una vez. Analicemos con calma estas preguntas: ¿Tendrá alguna importancia mañana lo que hoy te tiene preocupado? ¿Y dentro de un mes? ¿Y dentro de un año? ¿Y dentro de cinco años?
El punto es este: No tiene sentido tratar de resolver los problemas que pudieran surgir mañana, pues tal vez nunca ocurran.
3. Aceptemos que hay cosas que no podremos cambiar. Si bien es conveniente estar preparados lo mejor posible para las situaciones que pudieran presentarse, lo cierto es que hay cosas que jamás podremos controlar, no están en nuestra mano, y eso hay que aceptarlo.
El punto es este: Si no podemos cambiar las circunstancias, cambiemos la manera de verlas.
4. Veamos los asuntos con perspectiva realista. Si nos centramos en todos los detalles de cada cuestión nos vamos a agobiar, pero ver el cuadro completo, con perspectiva, permitirá que seamos realistas y que usemos las energías en lo más importante.
El punto es este: Quienes definen bien la importancia de lo que les preocupa tienen menos probabilidades de sentirse agobiados.
5. Compartamos con alguien de confianza lo que nos sucede. Confiemos lo que nos preocupa a alguien de la familia, un amigo o un compañero sensato. Es como sentirse atrapados en un laberinto. En esos casos, alguien que vea las cosas desde una perspectiva realista puede ayudarnos a encontrar la salida. Nosotros, al estar dentro del laberinto, no vemos la manera de salir, pero alguien desde una perspectiva distinta puede ver cuál es el camino para salir e indicárnoslo.
El punto es este: Hablar de lo que nos preocupa hace que sintamos alivio; es como la válvula de una olla a presión. Soltar presión evita que estallemos. Además, nos pueden dar algún sabio consejo que nos alivie.
Importante
Una cosa es sentirse preocupado o con cierta ansiedad y otra sufrir de ansiedad grave. Si empiezas a sentir ansiedad de forma continuada o a un grado extremo, conviene acudir a un especialista. Recibir un tratamiento adecuado nos ayudará.
En Mupiti alentamos todo aquello que sea bueno y beneficioso para nuestra salud física, mental y emocional. Te deseamos lo mejor y, ¡mucho ánimo!, ¡podemos mantener las preocupaciones en su debido lugar!